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El problema está en la corrupción, no en los organismos


24 / 11 / 2024


Por ZAIRA ROSAS


El cáncer más grande de nuestro país es la corrupción, durante décadas se ha prometido combatirla, sin embargo, no ha sido posible porque la corrupción se extiende hasta los organismos que la combaten, en medio de este panorama surgieron organismos autónomos que buscaban regular la información, los monopolios, el libre comercio, etc. y brindar a México garantías de equilibrio entre el poder político, económico y social.


Actualmente lo anterior no será del todo posible pues en un intento de tener una mayor regulación de las acciones de estos organismos, la Cámara de Diputados aprobó en lo particular una reforma para desaparecer siete organismos autónomos: INAI (Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información), Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE), Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), Comisión Reguladora de Energía (CRE) y la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu).


A simple vista podríamos pensar que la desaparición de estos organismos, la creación de uno descentralizado que no sea autónomo que sustituya las funciones de COFECE para los fines del Tratado de Libre Comercio, pueden representar un gran ahorro y que se dan pasos para dejar de servir al neoliberalismo como declararon los diputados que aprobaron estas propuestas.


Sin embargo, en realidad es un retroceso pues si bien todos los organismos autónomos requerían de cambios urgentes por la misma corrupción, la solución no es volver a centrar todo a manos del poder ejecutivo.


El problema más grande de los organismos son las personas que han accedido a ellos, quienes terminan cargando viajes personales y gastos onerosos, como fue el caso de Adrián Alcalá, actual comisionado presidente del INAI. Sin embargo, los organismos por sí mismos cumplían una gran función: ser un punto de equilibrio. Por ejemplo, gracias al INAI, periodistas tuvieron acceso a datos que les permitieron transparentar investigaciones profundas de corrupción como la casa blanca, Odebrecht y la Estafa Maestra, entre otros.


Al menos respecto a este organismo en particular (INAI), hablar del gasto presupuestal que representa como excusa para su desaparición resulta inverosímil, pues su existencia permitió dar seguimiento a casos donde se hubieran recuperado millones. Nuevamente lo que impidió recuperar este dinero fue la labor de la Fiscalía General de la República.


El INAI permitía visibilizar que el gobierno no estaba cumpliendo con eso que decía hacer, pues se contrastaban los datos que mostraban con los que verdaderamente tenían y el acceso a los mismos estaba abierto para cualquier persona ciudadana, incluso como estudiante de universidad lo utilicé en múltiples ejercicios para saber por qué no se transparentaba información de los recursos públicos asignados a películas, cuánto era el dinero que se destinaba a ciertos proyectos, etc.


Y lo más importante es que si el gobierno no te brindaba la información se podían interponer recursos donde el INAI te acompañaba y exigía la transparencia de estos datos, sin que se tuvieran repercusiones.


La creación de organismos como el INAI había puesto a México como punta de lanza respecto a la transparencia y el acceso a la información a nivel internacional, pues cuidando la protección de datos, la población en general podía exigir a sus gobernantes e instituciones que transparentaran el uso de recursos, información valiosa como su preparación para los cargos e incluso el impacto ambiental de decisiones.

Ahora resulta difícil imaginar un nuevo espacio a cargo del mismo gobierno que se encargue de regularse a sí mismo, pues esto implicaría un retroceso de décadas en donde todo se centraliza bajo un mismo poder.


Lo anterior también impacta de manera positiva a intereses personales que en realidad favorecen al neoliberalismo, pues otros organismos regulaban las prácticas monopólicas, la regulación de medios de comunicación, el monitoreo de la pobreza e incluso los precios de servicios de telefonía e internet.


Al final no se necesita más información para entender hacia dónde vamos, si el organismo que hacía recomendaciones sobre los índices de pobreza estará en manos de quienes deben atender esos cambios sin duda veremos ahora un progreso de México que nunca antes imaginamos, al menos la narrativa nos brindará la historia que siempre imaginamos, aunque seguramente nuestra realidad será otra.

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