Que la vergüenza cambie de bando
08 / 09 / 2024
Por ZAIRA ROSAS
¿Por qué no hablaste antes? Es la pregunta más común que reciben las víctimas de algún abuso, una nueva forma de revictimizar a quien toma tiempo para aceptar y entender lo que ha vivido, lo más común es que la víctima sea una mujer y las hay en todos los niveles sociales.
La misoginia no distingue nivel educativo o socioeconómico, tampoco nacionalidades, es un legado que lleva siglos y que sigue teniendo un denominador común la omnipotencia del hombre sobre la mujer.
Al menos este ha sido uno de los principales impulsos que llevaron a más de 50 hombre a aceptar la propuesta de abuso que hizo un hombre sobre el cuerpo de su esposa inconsciente, un caso que ha dado la vuelta al mundo por el estremecimiento que causa imaginar la indefensión de la mujer y su familia, peor que si se tratase de una historia de terror y difícil de imaginar a un hombre “genial y de familia” cometer semejante acto y es que aunque se trata de una historia al otro lado del mundo, es un reflejo de vivencias que podría tener cualquiera, de una narración que imaginamos sólo tiene lugar en antros o bares, sin embargo toda persona podría ser una víctima.
Los hechos son de más conocidos. Una mujer sexagenaria con una vida común y aparentemente tranquila, recibe una llamada de la policía, su marido había sido detenido tiempo atrás (2020) al ser descubierto por grabar a mujeres sin su consentimiento en un supermercado.
La policía al revisar su teléfono descubre múltiples videos de abuso sexual, llaman a la mujer y es entonces donde ella conoce que durante una década el hombre con el que llevaba casi medio siglo de matrimonio la había drogado todas las noches para que diversos hombres abusaran de ella sexualmente.
La historia no termina ahí, también su hija fue víctima al encontrar fotografías de ella desnuda sin su consentimiento, el hombre en quien más había confiado negaba haber abusado sexualmente de ella, pero no hay manera de saber sobre los daños y si la extensión de los mismos abarca a más personas como sus nietos.
Si leemos las descripciones del autor intelectual de las atrocidades, previo a conocerse estos sucesos, encontraremos a un hombre jubilado, de familia, dedicado al hogar, cuyos familiares no podrían decir lo contrario si no hubieran tenido que ver imágenes y videos en los que el cuerpo de la mujer está sumido en una especie de coma y quien consultó durante esta década a múltiples especialistas buscando respuestas.
El caso de Gisèle Pélicot debe dar la vuelta al mundo, no para ponerla a ella en la mira, sino para poner en evidencia a quienes sabiendo su estado se valieron de ello para tener encuentros sexuales sin su consentimiento, es para que tanto los hombres identificados como su esposo paguen la condena necesaria, pero también para concientizarnos como sociedad de los efectos que muchas drogas tienen y entender que en realidad están al alcance de cualquiera.
Este caso nos exige socialmente repensar la educación que ofrecemos no solo en los hogares, sino también en las escuelas, analizar qué clase de comunicación estamos priorizando, donde se fomenta la violencia a las mujeres como parte del rating de un reality show.
La historia de la familia Pélicot aunque tuvo lugar en Francia, es un ejemplo para el mundo, para tener mayor empatía con las víctimas, pero sobre todo para comenzar a hacer algo para evitar que existan más.
Dejar de exigir a quien sufre un abuso que detalle incluso lo que no conoce, porque en esta situación las víctimas vivieron años sin saber de lo sucedido y ahora han de revivir la historia por las propias narraciones de los acusados que fueron identificados por apodos o videos.
Dado que los abusadores eran personas con profesiones u oficios sin mayor diagnóstico de agresión o problema psicológico, deberíamos considerar que cualquier persona podría ejecutar un atentado bajo ciertas circunstancias, he ahí la necesidad de humanizarnos más, de comprender desde nuestra naturaleza, ¿cómo podemos verdaderamente construir algo mejor?
De momento solo queda como reparación del daño que la vergüenza cambie de bando, que sean los hombres que cometieron el crimen quienes sientan la necesidad de esconderse, que paguen su condena responsabilizándose de sus acciones y reaprendamos a ver la sociedad bajo nuevas perspectivas.
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